lunes, 24 de enero de 2011

EL AUTO PATAGONICO

En 1959 hubo muy poca actividad automovilística en la región. Casi nada. Apenas iniciado el año, el 18 de enero, el automovilismo nacional se vino al sur, a correr la Vuelta al Valle del Chubut de Turismo de Carretera.
La desaparición de la categoría a nivel local mas la imposibilidad, con los recursos disponibles, de hacerle frente a los grandes nombres del volante argentino, determinó que esta competencia no tuviera representantes patagónicos.
El “Aguilucho” Oscar Alfredo Gálvez fue el ganador de aquella carrera, seguido por el marplatense Alberto Logulo, Domingo Candela, Remo Gamalero, Carmelo Galbato y Armando De Tomas.
A nivel local, apenas una carrera en el mes de febrero, programada para los monoplazas. En Ford T, Américo Blanco Brid iniciaba ese día una fantástica serie de victorias que se prolongaría a lo largo de los primeros años de la década del 60, hasta convertirlo casi en imbatible y en un icono del automovilismo comodorense de todos los tiempos.
En la Fuerza Limitada, mientras tanto, el piloto de Tres Arroyos, Segundo Taraborelli, arrasó con todo, demostrando una amplia superioridad mecánica sobre sus escoltas, Carlos Bueno, de Río Colorado y Pedro Sancha, de Puerto Madryn.
El 1° de septiembre de aquel año 1959, se vivió un hecho que pudo haber cambiado el rumbo de la historia regional. En los salones del Automóvil Club Argentino, en Buenos Aires, se presentaba un automóvil que iba a fabricarse en la Patagonia.
Se trataba del prototipo “Joseso”, desarrollado por la empresa I.A.M.A.S.A., de capitales nacionales, cuya planta de producción se proyectaba instalar en la ciudad de Río Gallegos.
El vehículo concebido por el técnico José María Rodríguez, contaba con una carrocería de material plástico, montada sobre una estructura tubular. Su capacidad era para cuatro personas y equipajes y el consumo, bajísimo, de apenas tres litros cada cien kilómetros.

El Joseso de 1959, el auto que pudo haberse fabricado en la Patagonia.
(Ilustracion:  Revista Autos de Epoca)
El “Joseso” estaba impulsado por un motor importado de baja cilindrada marca Villiers, que erogaba 10 HP y le permitía una velocidad crucero del orden de los 65 km/h, con una máxima de 85.
Todos estos datos fueron brindados en la ceremonia de presentación por el propio gobernador de Santa Cruz, doctor Mario Paradelo, quien se mostraba como un fuerte impulsor del proyecto. Sin embargo, la producción del automóvil se puso en marcha pero jamás alcanzó los objetivos propuestos de 4500 unidades anuales, apenas si durante los años 1959 y 60 se produjeron unos doscientos, aunque ninguno de ellos en Río Gallegos.
Como tantos buenos proyectos patagónicos, el del “Joseso” naufragó envuelto en trámites burocráticos y falta de financiación oficial, por un lado y el poco claro manejo empresarial tendiente a obtener rédito fácil de las ventajas impositivas que ofrecía la región, por el otro.
Los dorados 50 llegaban a su fin y el mundo se preparaba para ingresar a la década del sesenta, sin sospechar, siquiera, que luego de ella ya nada volvería a ser igual.

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