lunes, 24 de enero de 2011

SI HAY MISERIA QUE NO SE NOTE

Era septiembre de 1954. El día 27, ya primavera. La noticia cayó como una bomba, sembrando el estupor, la incredulidad, la tristeza. ¡Se mató el Cholo Tandil!
Los periódicos de la época dirían después que “el triste episodio ocurrió en las cercanías de Dolavon, cuando regresaba a nuestra localidad en compañía de su amigo Carlos Rubilart, de la vecina localidad nombrada. Debido a un desperfecto mecánico o mala maniobra, el coche sufre un vuelco aplastándolo, lo cual le produjo la muerte casi instantánea, mientras que su acompañante sufrió heridas que no revisten gravedad” (Semanario “El Regional” de Gaiman, 29 de septiembre de 1954).

Alejandro Atorrasagasti adelante, en su persecución, Juan Fernandez
y casi perdido en medio de la polvareda, Luis Gonzalez. Fue en el
circuito de Caleta Córdova, en el año 1956.
(Fotografo desconocido)
Con mucho sentimiento, cuarenta años después, el Chino Hernández, desde las columnas de la revista “Auto Sport” de Trelew, de mayo de 1994, lo recordaba así:
“Juan Carlos Loureiro rezaban sus documentos, pero era “Cholo Tandil” para todo el mundo. A su padre, venido de Tandil, lo apodaron así y el heredo de su viejo el entusiasmo por el automovilismo y hasta el apodo, con el aditamento de Cholo.
Desde niño, su vida dura hecha entre el vaivén cotidiano del taller lo hizo un apasionado de los deportes mecánicos. Niño aun, sorprendía con sus “Ford” desahuciados, que hacían extraños virajes sobre el puente del río y desarrollaban increíbles velocidades por las calles del Gaiman tranquilo.

Alejandro Atorrasagasti en 1956, en el circuito de Caleta Cordova.
(Fotografo desconocido)

Gustaba de la vida y desafió muchas veces a la muerte. La muerte pudo más. Una tarde, un recodo del camino lo sepulto en el silencio. Se apago su sonrisa habitual de niño en su cara de hombre. Hacia poco que en la Vuelta al Valle del Chubut, en Rawson, había sufrido un vuelco fuerte. Mas fresco aun, estaba su accidente de Madryn, donde raspando salvara la vida. Aquella tarde de 1954, en la ruta entre Gaiman y Dolavon, aunque no en competencia, pero si al volante, encontró la muerte.
Gaiman y todo el valle, tenían en el un ídolo auténticamente lugareño.
Incontables eran sus hazañas al volante y sus dotes de mecánico. Ya había dejado atrás el tiempo de los Ford enclenques y las bicicletas saltarinas, que empleaba en toboganes increíbles y saltos inverosímiles. Ahora corría “en serio” y soñaba con futuras y más amplias campañas. Ya había conseguido “su lugar” y anhelaba llegar a más. Su hinchada fiel y seguidora alentaba esperanzas, puestas en su juventud pujante y promisoria.

De izquierda a derecho: Alejandro Atorrasagasti, Juan Fernandez y
Anibal Viegas, largando en Caleta Cordova en 1956
(Fotografo desconocido)

Pero... a la muerte no se le gana siempre y el Cholo esta tarde perdió la partida. Un simbólico volante y una inscripción: “Cholo”, marca el lugar de su muerte, sobre el filo de la ruta, homenaje póstumo de sus amigos de siempre.
Su vida había sido dura, pero su espíritu abierto y su sonrisa permanente. Por ello, a su muerte, el cortejo enorme iba impregnado del espíritu de quien acompaña a un ídolo lugareño que siempre había desafiado a la muerte con la naturalidad y la audacia ingenua del gorrión, que escapa un día a la perdigonada y al día siguiente vuelve por el grano. Así, como un gorrión caído, pago su tributo de amor al volante”.
Años duros aquellos de medidos de la década del cincuenta. Para el país y para la región.
La crisis política desatada en la Argentina en 1954, estalló un año después con toda virulencia, culminando con el derrocamiento del Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón y la toma del poder por la autodenominada “Revolución Libertadora”.

Américo Blanco Brid supera a Eliseo Diez en el circuito de Trelew, en 1956.
(Foto Andrade)

El “Plan Prebisch”, implementado para dar una respuesta económica al país, desembocó en un rotundo fracaso, al punto tal que los propios hombres del gobierno no vacilaron en definir la situación como caótica.
Los enfrentamientos políticos, la inseguridad social, la desorientación económica, eran moneda corriente y Comodoro Rivadavia, que no era ajena a la crisis, sintió el impacto.
 En ese marco, la actividad automovilística, prácticamente se detuvo. A nivel nacional, muy pocas carreras del Turismo de Carretera, acostumbrado a correr casi todos los domingos, conformaron el mapa de competencias.
 En nuestra Patagonia, casi nada. Apenas aquella victoria de Alberto Logulo en Caleta Córdova, en 1954, lograda en una carrera que solo fue posible gracias a la tozudez de los dirigentes del TYPAC.
En 1955, nada. Solo la disputa del IV Circuito de Jaramillo para la categoría Ford T, ganada por el valletano Eliseo Diez, en el mes de mayo. El resto, paralizado.
Parecía muy descabellada la idea del TYPAC de realizar la “Vuelta del Chubut” en esa circunstancia. Y era descabellada, o por lo menos poco factible.

Juan Bautista Fernandez en Trelew, en 1956.
(Foto Andrade)

Anunciada para el mes de marzo de 1956, la carrera no se corrió. Habría que esperar cuatro años para poder correrla.
El año 1956 no fue mejor. Todos tenían ganas, nadie tenía un peso. Como para alentar la esperanza, en enero de ese año el Auto Moto Club organizó el “III Gran Premio 13 de Diciembre”, para las categorías Ford T y Fuerza Limitada, en un nuevo circuito cercano a Caleta Córdova, de 1.310 metros de extensión.
Juan Fernández, una vez mas, demostró por que era el piloto mas reconocido de la época, al ganar la carrera de Ford T tras una impresionante remontada que lo llevó desde el ultimo lugar en la partida al primero en la llegada, ganando la carrera perseguido por Alejandro Atorrasagasti, Aníbal Viegas y Eliseo Diez.

Jose Corredera, en 1956, poco antes de iniciar una competencia en
el circuito de Caleta Cordova.
(Fotografo desconocido)

Mucha menos emoción hubo en la Fuerza Limitada, donde ganó cómodamente el esquelino Toto González, tras el prematuro abandono de los dos grandes candidatos: Guillermo Quintana y Pedro Sancha.
Apenas iniciada la carrera, en el afán de tomar la delantera, ambos pilotos se engancharon en la entrada a la primer curva y todo se acabo para ellos.
De allí en mas fue fácil para González, que solo tuvo una tibio oposición en Juan José Ruiz, a la postre segundo y dejó muy lejos a Alejandro Atorrasagasti y Gerardo Castillo, tercero y cuarto, respectivamente.
Luego otra frustración. El TYPAC, imposibilitado de financiarla, suspendió la prueba de Turismo de carretera por el Campeonato Argentino que tenía programada para el 11 de marzo. La crisis seguía golpeando fuerte.

Gerardo Castillo adelante y muy cerca, algo desacomodado, el piloto
de Gaiman Eliseo Diez en 1956, en Caleta Cordova
(Fotografo Desconocido)

El resto del año, muy poco mas. El “V Circuito de Jaramillo”, ganado por Américo Blanco Brid y una carrera organizada en el mes de agosto por el Club Huracán, de Trelew, donde repitió Blanco Brid, en Ford T y ganó el joven piloto de Puerto Madryn, Andrés Sancha, en Fuerza Limitada.
No obstante la situación, los dirigentes del automovilismo le ponían el pecho a las balas y desafiaban las dificultades económicas. Sabían que las cosas eran difíciles, pero se negaban a resignar la posibilidad de concretar los sueños.

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